27ª Feria del Libro de Buenos Aires

Entrevista a Miguel Bonasso en el marco de la presentación de
La Venganza de los Patriotas.
24 de abril de 2001.

Los patriotas desembarcan en la Costa

Entrevista en Residencias 96.5 en el marco de la presentación de
La Venganza de los Patriotas.
Mar del Plata, Argentina, 27 de enero de 2011.
Segunda parte de la entrevista.

Se presentó el 11 de noviembre La Venganza de los Patriotas

La Venganza de los Patriotas , la nueva novela de Miguel Bonasso que desde su publicación en agosto lleva 15 mil ejemplares en la calle, llega a su tercera edición en menos de tres meses.


“¿Quién asesinó a Monteagudo?”, se pregunta San Martín en su exilio europeo mientras esboza distintas hipótesis sobre el crimen que cambió la historia de América del Sur. “Monteagudo, serás vengado”, ha jurado Bolívar frente al cadáver aún tibio de su genial asesor, pero Don José ignora si la venganza de los patriotas se ha cumplido.

A partir de esta incógnita policial, Miguel Bonasso, autor de la magistral Recuerdo de la muerte , recrea la historia secreta de la independencia americana, entramando los recursos aventureros del folletín y de la novela de espionaje con fuertes trazos de narrativa épica y momentos tórridos de literatura erótica.

Después de haberse presentado con gran éxito de convocatoria en Buenos Aires y Rosario, La Venganza de los Patriotas se presentó la noche del 11 de noviembre nuevamente en Buenos Aires en un evento especial junto a Pino Solanas.

Ante más de trescientos ávidos lectores que se dieron cita en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Bonasso y Solanas ahondaron en los aspectos políticos e históricos de La Venganza de los Patriotas, resaltando la pertinencia de la novela en el análisis actual de la realidad latinoamericana.

Lo que se dice...

EL APORTE DE LOS PATRIOTAS o “LA VENGANZA…” de BONASSO
Fernando "Pino" Solanas

En un medio intelectual mezquino y competitivo, preocupado por modas e historias ajenas, resulta un acontecimiento cultural y político la aparición de “La Venganza de los Patriotas”, última novela de Miguel Bonasso que entrelaza la silenciada y azarosa epopeya del General San Martin en su conquista de Lima, con la aventurada y trágica vida de su ministro político y compañero de campañas, Bernardo Monteagudo, una de las más lúcidas mentes de la independencia que terminara asistiendo a Bolívar y fuera asesinado en Lima en 1825.

La apasionada novela de Bonasso es doblemente relevante: escrita con el talento de uno de nuestros grandes narradores, hace un aporte patriótico al rescatar del olvido uno de los momentos mas trascendentes y menos conocidos de nuestra historia. Su mérito es construirnos -quizás por primera vez- imágenes de aquellos tiempos de intrigas, hazañas y victorias. ¿Quien recuerda aquella gesta monumental que fué armar una flota de más de veinte fragatas y bergantines, para llevar su ejército hasta Lima y mantener sitiada la capital del virreinato hasta su rendición? ¿Alguno puede contar algo sobre las tácticas de San Martin para infiltrar y someter al enemigo a un prolongado degaste sicologico y evitar la confrontación militar directa que hubiera ocasionado miles de muertos? ¿Cuantos son los universitarios o intelectuales que pueden relatarnos los esfuerzos y conflictos de estos hombres que en diez años -1815/1825 - habian protagonizado la hazaña de comenzar cercados y sin recursos en Mendoza, a conformar una armada de 4500 hombres, construir el armamento y cruzar una cordillera mas alta que la que cruzaron Aníbal y Napoleón, para liberar a Chile?¿Quién supo de las patrióticas acciones de esas valerosas mujeres – Carmen Gúzman, Rosa Campusano, Manuela Saenz- que compartieron sus vidas y fueron las astutas informantes de la “guerra de zapa” contra los españoles ?

El valor de esta historia novelada escrita con el corazón, es que permite revivir las hazanas de aquellos jóvenes revolucionarios. Suerte de saga de aventuras, “La Venganza de los Patriotas” descubre la intimidad de sus vidas y pasiones y nos seduce por las múltiples historias de amor por la Patria Grande. Un pueblo sin memoria y sin imágenes, está desarmado: navega detrás de historias ajenas creyendo que no tiene ninguna suya. Para proseguir su dominación, el colonialismo necesita ocultarnos el pasado. Por el contrario: recrear la historia, reconstruir las imágenes de los tiempos independentistas, sigue siendo un hecho político necesario y una tarea patriótica que la juventud argentina lo agradecerá. Mientras la leía, pensaba que debería ser una lectura obligada para los jóvenes y militantes de nuestras causas emanciapadoras. Ojalá Miguel pueda completar la saga con la primera historia del San Martin: desde el joven oficial de la batalla de Bailén, al estratega y constructor de la epopeya de los Andes.


UN GRAN RELATO DE AVENTURAS
Sergio Marelli

Desde las primeras páginas Miguel Bonasso recrea la atmósfera de los grandes relatos de aventura. Esa flota fantasma que, por un océano brumoso, se encamina con viento de popa hacia su temeraria quimera: desembarcar en el Perú y acabar con el gran reducto del imperio español en las Américas; nos devuelve a nuestra infancia de piratas, cuando el Tigre de la Malasia nos llamaba por nuestro nombre y nos ordenaba: "Pon proa a Java". "La venganza de los patriotas" es la continuación de aquellas lecturas a las que nos entregamos, bajo la desierta luz de una lamparita, y que nos arrojaban a aventuras infinitamente más ricas que la mediocre realidad escolar. Había ballenas que huían dejando una espuma de sangre entre las olas, barcos tripulado por gigantescos piratas de fulgurantes cimitarras, y una mujer hermosa en el horizonte: Mariana, que era también el nombre del barco. En esos días, nos enamoramos para siempre de la literatura. Esta novela reaviva aquella insaciabilidad lectora. No conozco elogio más alto para un libro.

Hay en el libro personajes profusamente tratados por la historiografía -aunque más nombrados que verdaderamente conocidos-, como José de San Martín y Simón Bolívar; y patriotas escasamente nombrados -y, muchos menos, conocidos-, como es el caso de Bernardo Monteagudo.

Vale la pena detenerse un párrafo para señalar las gruesas omisiones y la sistemática tergiversación de que han sido víctimas, por parte de la historiografía oficial argentina -y buena parte de la latinoamericana-, esas tres figuras centrales del proceso emancipatorio americano del siglo diecinueve.

Según los libros canónicos, San Martín es un caso psicológicamente irresoluble. Alguien que vive sus primeros cuatro años de vida en Argentina (1777 a 1781), que luego se traslada a España, donde completa su niñez y adolescencia, desarrolla veintidós años de su carrera militar y participa en treinta batallas. Y, un buen día, misteriosamente decide regresar a su país natal para pelear contra el mismo ejército en el cual llegó a ser teniente coronel. La historia oficial omite explicar que San Martín peleó a favor de la España organizada valerosamente en Juntas Populares que, en 1808, se levantó contra el invasor francés, y que, cuando esa lucha languidece en la Península, regresó a América para continuar en estas tierras el enfrentamiento contra el absolutismo.

Otro tanto podríamos decir del gran Libertador venezolano, a quien la derecha vació en bronce su figura para esconder la entraña palpitante de sus sueños latinoamericanistas ya prefigurados en la Carta de Jamaica escrita en 1815, y a quien la izquierda presa en una lectura esclerosada del desatino eurocéntrico del genial Carlos Marx, sigue sin ver en sus reales dimensiones.

Más incomprensible aún es el pertinaz silencio que pesa como una losa sobre Bernardo de Monteagudo. Este abogado argentino, doctorado en derecho y teología en la Universidad de Chuquisaca, es una de las mentes más lúcidas de la revolución de Mayo, cruzó los Andes seis veces, estuvo preso, fue autor de algunas de las proclamas y manifiestos independentistas más luminosas, director de los diarios "Mártir o Libre" y "El Grito del Sud", participó en algunas batallas decisivas, redactó el Acta de Independencia de Chile, fue Jefe de Gabinete de San Martín y, posteriormente brazo derecho de Bolívar -a tal punto, que éste le encomendó organizar el Congreso Anfictiónico, pensado para concretar la todavía pendiente unidad latinoamericana-.

Bonasso mira por el ojo de la cerradura del tiempo a estos tres apasionantes personajes, rompe el cerco de un largo asedio historiográfico y los trae, vivos como siempre lo estuvieron, dándoles una profundidad humana que los vuelve mucho más admirables y entrañables que los mármoles de las plazas y los groseros retratos escolares. Se trata de poner el oído en el caracol de la historia para escuchar ese lejano resonar de voces soñando la libertad de América.

El esquema de "La venganza de los patriotas" es el de una novela policial. El 28 de enero de 1825, Bernardo de Monteagudo es asesinado en las calles de Lima. Mientras velaban al asesinado en una celda del convento de San Juan de Dios, el Libertador Simón Bolívar, extendiendo el brazo sobre el pecho del amigo muerto, promete: "Monteagudo, serás vengado". Toda la trama avanza, paso a paso, en el cumplimiento de esa venganza. Es una novela folletinesca que por momentos quita la respiración, creando una tensión que en ningún momento va en desmedro de la verdad histórica, haciendo pensar, inevitablemente, en la desmesura shakespereana que tuvieron los patriotas fundadores de nuestra libertad, que le arrancaron a estas tierras el sello de lo imposible.

En su vastedad de mural, hay lugar en la novela para el pormenorizado relato de cómo se fueron engarzando cada una de las piezas del aceitadísimo sistema de espionaje creado por Bernardo Monteagudo para conocer los secretos del poder español en Perú, descubrir sus flancos débiles, sus personajes más vulnerables. Para su Departamento de Zapa, Monteagudo no recurrió a avezados espías, ni agentes infiltrados, ni apeló a la venalidad de los enemigos; sino que organizó un irresistible batallón de "tapadas" esbeltas, de escote generoso y caderas opulentas, que se introducían con naturalidad en las tertulias de las familias decentes y en las reuniones privadas de las indecentes, y con la embriagadora astucia de sus cuerpos obtenían preciosísima información para los patriotas.

La novela eslabona cuestiones sin las cuales es imposible tener una justa composición de la época, así como los valores y los ideales que ponía en juego la liberación del Perú: la muy activa participación de la masonería -sus secretísimas "tenidas", sus invocaciones solemnes, su áspera liturgia, su drástico accionar-; la preocupación de San Martín por concertar una alianza oficial con el Reino Unido que supusiera el reconocimiento inglés de la independencia peruana y la designación de un príncipe de la sangre para reinar como monarca constitucional en la nueva nación -entendiendo a la monarquía constitucional como cebo para que Gran Bretaña reconociera la independencia del Perú-; el alzamiento de buena parte del Ejército de los Andes contra su jefe natural, la guerra secreta que se libra al interior del Perú, ya no contra los godos, sino entre los americanos, como lo había profetizado amargamente Bernardo Monteagudo: "la guerra contra los españoles parecería un juego de niños comparada con las luchas facciosas dentro del propio campo patriota."

Entre las osadías de esta novela, no es la menor haberle puesto palabras al secular mutismo que rodea al "Encuentro de Guayaquil", en que los dos Libertadores -San Martín y Bolívar-, "como dos mineros que cavasen un túnel desde lados opuestos de la misma montaña se reunieron", el 26 de julio de 1822, en la ciudad ecuatoriana. Los lentos molinos de la historia continúan moliendo los siglos, y allí está Bonasso amasando ese encuentro histórico resucitado novelescamente manteniendo intacta su densidad significativa. La extraordinaria recepción que Bolívar organizó para ese General misterioso que era, a la vez, hermano y rival; las pormenorización de los rasgos de esos dos gigantes tan disímiles pero tan idénticos en la pasión y en su consustancial coraje de soñar. Bolívar, nacido aristócrata y devenido caudillo popular, al calor de sus ideales y su talento político. San Martín, oriundo de un modestísimo pueblo de provincia férreamente formado por la disciplina militar y poco afecto a las puebladas. El general del Norte, un torrente de elocuencia; el general del Sur, la máscara del mutismo. Bolívar bailaba con destreza hasta desfallecer; San Martín jugaba pausadamente al ajedrez. Los dos, valientes, desinteresados y generosos hasta el sacrificio total de sí mismos. Allí están, reunidos en un momento cúlmine de la historia de nuestro continente. Ambos juraron mantener en secreto lo conversado "para no beneficiar a los enemigos de la causa americana"; sin embargo, Bonasso nos permite escuchar lo que se dijo detrás de esas paredes ardientes de presagios y determinaciones. Es casi una obra de teatro en un solo acto, de la que se sale profundamente conmovido, sintiendo temblar hasta el último huesito del alma.

La humanización de los personajes exige evitar la obediencia a los dictámenes de la moralina que se pasea meneando su trasero de pato, amordazando el pensamiento libre y esparciendo el incienso fétido de la pureza mal entendida. Por eso en la novela se puede ver un San Martín que en uno de los delirios propiciados por el láudano concibe la bandera del Perú, con el rojo y el blanco de los flamencos de Huara, que levantaban vuelo al atardecer, como el búho de Minerva, o disfrutar la alegre proliferación de personajes femeninos inolvidables -Rosa Campusano, Manuela Sáenz, Lucía Gana, Carmen Guzmán, Juanita Salguero-. Muchas mujeres habitan sus páginas, porque en esta novela los próceres aman. No posan para una posteridad que los traicionarán en estatuas, sino que aman. Sucumben a peligrosas tentaciones en la sociedad de las prohibiciones. Aman no abstractamente, en la ingravidez del alma; sino carnalmente, como ardientes habitantes de la tentación. Hay revuelos de gasas que envuelven el cuerpo lánguido de la entrega, encuentros clandestinos, sofocados suspiros en la sombra, mujeres que retuercen su cuerpo lunar sobre el cuerpo fibroso del varón lamiéndose recíprocamente como pinceles que todo lo envuelven en el temblor del deseo, en el beso que niega la muerte, en el éxtasis de dos amantes que se miran. Páginas voluptuosamente escritas sin los desmadres retóricos y las acrobacias sexuales a los que son afectos ciertos escritores que confunden el amor con la gimnasia. Los patriotas de esta novela se entregan enteros al amor. Descubren en el amor la máxima posibilidad de la aventura humana. Y por amar, sueñan. Se abrazan y se suman en ejércitos armados de ideales; sabiendo que los sueños no son tarea de uno, sino de muchos, como la miel de las colmenas.

Miguel Bonasso ha escrito libros de carácter periodístico y testimonial -"El Presidente que no fue", "Diario de un clandestino", "El Palacio y la calle"-, demostrando conocer hasta los resortes más íntimos del oficio; y es autor, además, de obras donde se mixturan la ficción y la realidad -"En la memoria donde ardía" y "Recuerdo de la muerte"- creando un universo propio cuyo antecedente más prestigioso en Argentina, se encuentra en quien fuera su amigo y compañero de militancia, Rodolfo Walsh. Para calmar la sed clasificatoria de los archiveros vocacionales, tratemos de responder en qué sitio ubicar "La venganza de los patriotas. ¿Novela policial, retrato de época, ensayo histórico, crónica escrita con pulso afiebrado, relato de aventuras urdido por un Dumas argentino, o se trata de un relampagueante poema de amor a la libertad de una tierra que -como decía el enorme José Martí- es una desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia "en el origen, en la esperanza y en el peligro"?. "La venganza de los patriotas" es todo eso. Pero también algo más: la constatación de que la obra de nuestros grandes patriotas ha quedado inconclusa. La unidad latinoamericana sigue teniendo la consistencia de un sueño. Un sueño urgente y posible. Hoy más que nunca.